
En el cielo solo ha sobrevivido un toro, Taurus, de la manada deTriones de la que formaba parte. El origen del vocablo Septentrión, con el que se conoce al Hemisferio Norte, se encuentra en que los latinos a los bueyes de trabajo los llamaban Triones. En las estrellas de la Osa vieron 7 bueyes septentriones. Seguramente mucho antes de ser confinados a un corral tan pequeño, el cielo estaba lleno de bueyes que pastaban por todo el cielo Septentrional.
Los paleolíticos, cuyos principales vestigios se encuentran en el sur de Francia y en la Península Ibérica, fueron, probablemente, los primeros en trazar las formas de las constelaciones, inaugurando lo que luego se llamaría Astronomía que, antes de ser ciencia, fue religión y magia.
El alto grado de expresión artística que llegaron a poseer los hombres que pintaron las cuevas de Lascaux y Altamira demuestra que poseían una inteligencia muy similar a la nuestra.
En ninguna de las interpretaciones [1] que se han dado a las pinturas de las cuevas se han podido presentar evidencias irrefutables. No hay ninguna posibilidad de demostrar las hipótesis y menos aún de encontrar pruebas documentales, a menos que, como tales, consideremos el gran número de "coincidencias" y la similitud con símbolos utilizados por civilizaciones posteriores.
Los hombres del Paleolítico, perdidos en un mundo del que desconocían sus leyes y en el que todo se producía por casualidad, se aferrarían a cualquier cosa que, al repetirse, ofreciera una explicación de los fenómenos que tenían lugar en el universo. Sólo la observación y el estudio de los cuerpos celestes podía servirles de guía. Ellos, sin duda, inventaron la astronomía.
En las cuevas podemos encontrarnos ante registros astronómicos de sacerdotes que dibujaron sobre las paredes de forma críptica, de manera que solo él o sus iniciados pudieran descifrar el código de los ciclos astronómicos sagrados. Debemos acercarnos a sus paredes como a una antigua biblioteca llena de textos que no sabemos interpretar y cuya clave seguramente se encuentra en la multitud de gravados secundarios y no sólo en las grandes figuras.
Observando las figuras de las cavernas podemos hacernos una serie de interrogantes:
¿Por qué tantas figuras superpuestas?. ¿Por qué tantas repeticiones?. ¿Por qué tantos giros?. ¿Por qué tantos puntos?. Todas estas preguntas cobran sentido si reconocemos al hombre del Paleolítico nuestra misma capacidad de observación y respuesta ante unos mismos elementos.
Supongamos que asociaran cada cuerpo celeste a un animal. Supongamos que representaran, al igual que culturas posteriores, el toro como el Sol, la vaca como la Luna, las constelaciones como otros animales. Supongamos que los convirtieran en sus dioses. ¿Estaríamos equivocados? Vamos a tratar de analizar algunos elementos que resultan por lo menos sorprendentes para ser una simple casualidad.
El ser humano ha tardado milenios en conocer y predecir los acontecimientos, efemérides y sucesos necesarios para establecer calendarios.
Todas las culturas primitivas se han servido de la observación del Sol y la Luna como método de aproximación al orden del universo. Cada cierto número de lunas el Sol vuelve a la misma posición y las estaciones se repiten. La base de las religiones neolíticas fue el seguimiento de los movimientos de estos astros. De ellos se conservan aún fiestas como los solsticios y equinoccios, si bien ahora los llamamos Navidades o Pascuas. Estos pueblos, como nosotros, heredaron la religión de sus antepasados: los hombres del Paleolítico.
Nadie duda que la observación de los cuerpos celestes fue muy importante para los pueblos sedentarios dedicados principalmente a la agricultura y el pastoreo. Desde el Neolítico encontramos registros de posiciones solares e incluso los primeros intentos de establecer calendarios[2]. Estos pueblos podían fijar los ortos y ocasos de los astros sobre el paisaje - el Sol salía en primavera o en otoño detrás de una montaña o cualquier otro accidente geográfico- pero para un cazador era más importante fijar estas posiciones sobre un fondo inmutable, algo que sólo podía ofrecerle el fondo estrellado.
El astrónomo conocía en qué grupo de estrellas tenía que estar el Sol en una determinada época, independientemente de que la constelación permaneciese oculta parte del año, lo que puede explicar también el hecho de que sus representaciones estén en el interior de las cuevas.
Como todas las culturas que les sucedieron, debían regirse por unas primitivas estaciones formadas por grandes ciclos, cuyos principios coincidían con los cambios más evidentes del ciclo solar: equinoccios y solsticios. Para establecer un calendario de ciclo más corto tomarían como referencia las fases lunares.
En "Altamira ¿un mapa celeste?" [3], se expuso la hipótesis de que las figuras de la cueva representaban constelaciones, lo que suponía reconocer en los paleolíticos unos ciertos conocimientos astronómicos.
En ese estudio señalábamos el extraño parecido entre los puntos que aparecían sobre la cabeza y el lomo de uno de los toros de la cueva de Lascaux (Fig.1) con lasPleiades y las Hyades (Fig.2)en la constelación de Taurus [4], parecido que se hace más sorprendente si comparamos la pintura con cualquier representación posterior de estos grupos de estrellas[5] (Fig.3 y 4).

Cronológicamente la cueva de Lascaux (Montignan, Dordoña, Francia) está determinada por las dataciones del 14C. Según estos datos se sitúa entre el 14.000 y 15000 años antes de nuestra era, durante una suavización climática. Los mamíferos que tienen protagonismo en las paredes son el caballo, el uroch, el ciervo, el bisonte, la cabra montés, el oso y el felino. Como sucede en las cuevas de Cantabria, los animales prácticamente ausentes en la nutrición abundan en las obras parietales, lo que cuestiona los ritos de caza.
15.000 años antes de nuestra era, el Polo Norte se encontraba muy cerca de Deneb, a Cygnus (Fig.5). El equinoccio de primavera tenia lugar en Scorpius y el de otoño en Taurus. Las Pleiades ocupan un lugar destacado, en ellas se producía el equinoccio de otoño (pulsar la pintura de la cueva).
Si situamos las figuras de la gran sala de los Toros sobre las constelaciones zodiacales que señalaban los equinoccios de esa época (Fig. 6) encontramos que la figura que inaugura la pared izquierda de la cueva, el "Unicornio"[6], alarga sus cuernos como se alargaban las pinzas del Escorpión que fue colocado originalmente en esas estrellas, pinzas que más tarde le fueron amputadas para colocar la constelación de Libra.
La marcada curva del vientre sigue perfectamente la forma que milenios después se convirtió en la cola del escorpión (Fig. 7).
En el extremo opuesto encontramos el llamado cuarto toro; y aquí es donde realmente los signos parecen inequívocos. Como ya observamos, ahí están las Hyades sobre la cabeza del toro y las Pleiades sobre su lomo (Fig. 1).

En cuanto al resto de las figuras entre el Unicornio y el cuarto Toro hay otros tres grandes toros llamados primero, segundo y tercero, igual que en el cielo entre Scorpius y Taurus encontramos a Virgo, Leo y Gemini, no tenemos en cuenta Libra ni Cancer, que tienen un origen muy posterior y cuyas estrellas contribuyeron a formar las imágenes de estas constelaciones.
Sobre estos grandes toros se superponen otras figuras como caballos, vacas o ciervos.
EL CABALLO

Los caballos se encuentran representados en toda la cueva. En la “Sala de los Toros” sobre las figuras de los grandes bóvidos. En el “Divertículo axial” rodeados de puntos y símbolos vegetales, así como en la Nave, en el Pozo y en el Pasaje. En algunos casos los animales están incompletos, en otros, completos pero con pequeñas variantes en su representación. Como sucede en los planisferios posteriores, en los que la figura humana[7] puede representar tanto constelaciones como planetas, en los mapas paleolíticos puede suceder lo mismo y un caballo puede ser en unos casos una constelación y en otros un planeta. Lo que no cabe duda es que dedicaron una especial atención a su estudio.
El caballo como constelación
En el gran cuadrado de Pegaso se ha encajado un caballo desde la Antigüedad, mejor dicho, medio caballo. Entre las razones que se dan a esta extraña representación quizá la más acertada sea que las estrellas que forman esta constelación se parecen realmente a la parte delantera de un caballo. Es posible que los paleolíticos fueran los primeros en advertir esta analogía.
Si comparamos un Pegaso del XVII (Fig. 8) con los cuatro medios caballos que aparecen en el fondo del Divertículo axial, no se puede negar su "casual" parecido. Comparémoslos ahora con las posiciones que ocupaba esta constelación en el cielo de esa época.
En el equinoccio de primavera asoma por el horizonte Norte.
En el solsticio de verano vemos a medio caballo trepando a posiciones más elevadas.
En el equinoccio de otoño se encuentra en el cenit.
En el solsticio de invierno comienza su regreso al horizonte.
El caballo como planeta.
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En el mismo Divertículo axial se encuentran caballos rodeados de símbolos vegetales, también hay extraños símbolos que han sido asociados con lluvia por algunos especialistas, como el "segundo caballo chino"(Fig.8). También los encontramos rodeados de puntos en el "Primer caballo chino" (Fig.9a y 9b ). Estas figuras sugieren su asociación a los planetas que se mueven sobre el fondo de las estrellas fijas. Los puntos que aparecen bajo este caballo, aunque han sido relacionados con fases lunares[8], recuerdan el movimiento retrógrado de algunos planetas como Marte -al que los egipcios llamaban sekded-ef em khetkhetque significa que viaja hacia atrás- o Venus. Por la importancia de la figura y su asociación con la Vaca-Luna me inclino a identificarla con Venus.
Otras figuras también pueden asociarse con planetas, por ejemplo las representaciones del ciervo, de las que resaltamos el gran ciervo del Divertículo (Fig.10), nuevamente acompañado de puntos. Figuras de ciervos rodeados de puntos, aunque muy esquematizados, abundan en el Neolítico y Bronce en la Península Ibérica. Han sido asociados a representaciones celestes por especialistas como los Topper[9] o Amador Rebullida[10].
Basta comparar estos puntos entre las figuras, con representaciones celestes del s. XVII (Fig. 11), para dejar patente el evidente parecido de su lenguaje gráfico. Tampoco son muy diferentes de las representaciones de las efemérides planetarias de cualquier revista astronómica actual. La figura 12 es la representación de una ocultación de Venus por la Luna en la época de Lascaux[11].

Esta hipótesis cobra fuerza con las impresionantes vacas negras del friso de losPequeños Caballos y la Vaca Negra Saltando de la pared derecha del Divertículo (Fig.13) y el friso de los caballos que se esconden detrás de la Gran Vaca Negra de la Nave (Fig.14). Gráficamente no podríamos representar con más claridad la ocultación de un planeta por la luna nueva. En ambas vacas se encuentran elaborados símbolos, seguramente una forma de computar estas efemérides.
ECLIPSE

Bajo el cuarto toro hay una vaca roja que clava sus cuernos en el vientre del toro (Fig.15), imagen muy similar a las vacas rojas (Fig. 16) pasando delante de un gran toro negro que volvemos a encontrar en la pared izquierda del Divertículo axial.
La secuencia de dibujos sugiere movimiento, o ¿está sugiriendo que la vaca está matando al toro? Algo que en términos astronómicos significaría eclipse.
Si fuéramos hombres primitivos - y lo hemos sido durante milenios- y hubiésemos vivido el terremoto de El Salvador del 13 de enero del 2001, seguramente, una vez pasada la catástrofe, la asociaríamos con un suceso extraordinario que tuvo lugar unos días antes: un eclipse de luna.
Desde ese momento cada vez que se produjera un nuevo eclipse temblaríamos de pavor y lo interpretaríamos como el aviso de un castigo de los dioses a los que trataríamos de calmar con sacrificios para evitar la tragedia posterior. Sacrificaríamos lo más valioso que tuviéramos: un niño, una doncella o un rey. Si no sucedía la catástrofe el sacrificio habría sido aceptado, lo que ocurría la mayoría de las veces.
Comenzaríamos a observar las posiciones de los astros. Los encargados de vigilar el cielo, generación tras generación, fueron sin duda los magos. Y ¿qué otra forma tenían de dejar constancia de sus descubrimientos salvo pintando sobre las paredes de sus cuevas?. Cada chaman tendría su código, no sabemos si compartido: cualquiera que haya estudiado el lenguaje simbólico sabe que la mayoría de ellos son tan antiguos que apenas podemos seguir su rastro a través de los tiempos. Nosotros no conocemos el origen de muchas de nuestras constelaciones.

Si observaban la Luna y el Sol, se darían cuenta que cada cierto número de lunas nuevas sus ortos coincidían y se entabla una persecución que podía acabar con la muerte del sol:el eclipse.
El eclipse ha sido siempre una efeméride que, por misteriosa y poco habitual, ha causado terror a los seres humanos, sobre todo si tenemos en cuenta que un eclipse de Sol ocurre de día, con Luna nueva, por tanto invisible: sólo se ve que una amenazadora sombra oculta al Sol. Es la muerte solar en pleno día, sin previo aviso, como si un enorme dragón lo hubiera tragado: aún hoy sentimos un extraño temor. Lo mismo ocurre con el eclipse de Luna: una sombra oculta a la Luna llena.
Aunque ahora sabemos que el Sol no morirá, es sobrecogedor presenciar un eclipse.
¿Supieron los hombres del Paleolítico que lo que ocultaba al Sol era la Luna y a ésta el Sol?. Este dato nos haría replantearnos muchas cuestiones sobre los conocimientos de nuestros antepasados.
Si los babilonios, adoradores de toros como los prehistóricos, fueron capaces de establecer un ciclo de eclipses, los Saros, ¿por qué no creer al hombre paleolítico capaz, al menos, de dejar constancia de ellos una vez vivida tan extraña experiencia?. ¿Cómo podrían saber cuándo corrían peligro? Sin duda dibujando en sus cuevas las posiciones de las estrellas y planetas.
¿Hubo algún eclipse en Taurus en esa época?. Aunque es muy aventurado dar una fecha seguro que sí. Según el programa Planetario 1.2 se produjeron varios. Con todas las reservas posibles tomemos uno de ellos, ocurrido la primera luna nueva después del equinoccio de otoño del -14996 (Fig. 16). Veamos las constelaciones en las que se produjo y comparemos sus esquemas con la “Escena del Pozo” (Fig. 17)
LA ESCENA DEL POZO


Al fondo del ábside se encuentra una cavidad de unaprofundidad de casi 5 metros con respecto al nivel de la cueva. Para los paleolíticos debía ser muy difícil descender hasta este misterioso lugar de la cueva. Se le atribuye un carácter sagrado, allí se encuentra una enigmática pintura: un rinoceronte -que levanta la cola para evitar tapar seis puntos alineados dos a dos- una línea rematada en un pájaro, un hombre (una de las más antiguas representaciones del ser humano) con cabeza de pájaro, un bisonte herido por una lanza y en la parte inferior una cabeza de caballo, la escena se ha interpretado como un simple accidente de caza (Breuil). Según Bataille es muy creíble que los personajes de este conjunto respondan a un mito o un episodio mitológico, del que sería sin duda muy difícil hacer su reconstrucción.... La más curiosa interpretación, sino la más convincente es la que H. Kirchner expuso en un largo artículo de Anthropos (t. 47, 1952: Ein archäologischer Beitrag zur Urgeschichte des Schamanismus). Para Kirchner el hombre no estaría muerto, sería un chaman en el momento del trance. Establece una correlación entre la civilización de Lascaux y la civilización siberiana de nuestros tiempos, compara la escena del pozo con la representación del sacrificio de una vaca por los Yakoutes. Delante de la vaca hay tres postes rematados de pájaros, comparables al de Lascaux. El sacrificio está relacionado con la caída en trance del chaman. Los pájaros servirían para marcar el camino del cielo, por el cual el chaman conducirá al animal sacrificado. Los pájaros son los espíritus auxiliares sin los que el chaman no podría emprender el vuelo que se realiza mientras que está inanimado. La intervención de los pájaros en el éxtasis de los chamanes es muy general. El chaman participaría de la naturaleza de los pájaros[12].

Sin embargo encontramos antecedentes muy anteriores a los primitivos actuales si miramos la escena del pozo bajo el punto de vista astronómico:
Sabemos que muchos pueblos primitivos creían que su seguridad estaba ligada a la de su rey, al que consideraban la encarnación de la divinidad. Pero el rey podía envejecer o enfermar. Para evitar su decadencia limitaban su reinado a un período de tiempo que venía determinado por ciclos astronómicos. Cuando este período expiraba el rey, o su sustituto, era sacrificado.
Para los astrólogos babilonios los eclipses eran considerados como señales de buenos o malos augurios según en el mes en que ocurrieran -la mayoría de ellos de signo negativo-. Muchos de estos presagios estaban ligados a la muerte del rey. Prácticamente la misma escena la encontramos en kudurrus asirios (Fig. 22).
¿Estamos ante la tumba de un rey? en mi opinión estamos nada menos que ante la tumba del rey de los muertos: Orión, al que los Egipcios llamaron Sahu u Osiris. Quien como la constelación que desaparecía en el equinoccio por el Oeste, moría para renacer por el Este después de atravesar el mundo de los muertos. El dios que fue resucitado por su esposa Isis para engendrar a Horus, el dios con cabeza de halcón defensor del orden cósmico.
Los egipcios usaba frecuentemente las representaciones de estrellas en la decoración de sus templos y tumbas. La escena del pozo es idéntica a la que encontramos en la tumba de Senmut, arquitecto de la reina Hatshepsut (s. XV a.C) (Fig. 21), un hombre con cabeza de pájaro (Orión), matando a un toro celestial (Taurus) o en el Zodíaco Circular del Templo de Hathor de Dendera (Fig.18 y 19). De la época romana (s. I d.C.), recoge la tradición de todas las culturas precedentes. No hay duda de que se representa el firmamento: están nuestras constelaciones zodiacales. Allí encontramos nuevamente un toro, un hombre con una lanza y un bastón con un pájaro. En el mismo orden aparecen en el Friso de la sala Hipóstila (Fig. 20). Los mismos protagonistas de la Escena del Pozo.

La escena del pozo, aunque parezca increíble, ha permanecido prácticamente inalterable hasta finales del s. XIX (Fig. 24). En los planisferios de esta época el pájaro ha desaparecido, los hombres están aprendiendo a volar, pero los protagonistas de la escena son los mismos[13]: un hombre que lucha con un toro, ya sea cazador, chamán, héroe o dios que ha ocupado uno de los más hermosos grupos de estrellas: Orión.
Una escena de primitiva tauromaquia que ha permanecido vigente en la península Ibérica y en el Sur de Francia hasta hoy.

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[1]La arqueo-astronomía se basa en obras que generalmente se han estudiado bajo el punto de vista de su estilo artístico, ya sean pintura, escultura o arquitectura. Las obras de arte siempre se mueven en el terreno de lo subjetivo y se prestan a múltiples interpretaciones, si los especialistas no se ponen de acuerdo incluso en obras de las que existe abundante documentación, como pueden ser las de Velázquez, es imposible que lo hagan en obras prehistóricas.
[2] Aunque muchos arqueólogos siguen ignorando la arqueoastronomía, esta ha descubierto las relaciones de efemérides astronómicas con templos y necrópolis. Casi nadie duda que esta relación existe en los monumentos egipcios, o Stonehenge, pero además se han encontrado muchos monumentos relacionados con el equinoccio en yacimientos de la Península Ibérica, las islas Canarias, la América precolombina. y en el Norte de Africa.
[3] Arte y Astronomía Evolución de los dibujos de las constelaciones. Tesis Doctoral presentada en la . Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Septiembre de1991.
Altamira ¿Un mapa celeste?. Tribuna de Astronomía. Nº84. Noviembre1992
Arqueoastronomía Hispana. Editorial Sirius, Madrid 1992
[4] Posteriormente esta hipótesis ha sido corroborada por arqueoastrónomos como Rappenglück y Edge entre otros.
[5] Las Pléyades han sido observadas desde tiempos inmemoriales. Muchos pueblos primitivos regían sus calendarios por su orto y ocaso helíaco, que era uno de los principales puntos de referencia astronómicos.
[6] Animal mitológico que no creo que soñaran los paleolíticos, nunca entendí la razón del nombre ya que son evidentes sus dos cuernos.
[7] Nosotros podemos distinguir entre las representaciones de Perseo, Hércules, Orión, Cefeo, Bootes etc. y los planetas, que también tenían forma humana, como Mercurio, Júpiter, Neptuno etc.
[8] Michael A. Rappenglück.
[9] Uwe y Uta Topper.Arte Rupestre en la provincia de Cádiz.
[10] Amador Rebullida Conesa. Aportaciones al conocimiento de la Astronomía y la Matemática en el Neolítico-Bronce. Arqueoastronomía Hispana. Capítulo 3.
[11] Planetario 1.2, Ms-WINDOWS. Piero Maximino.EQUIPO SIRIUS. Madrid.
[12] Georges Bataille, LASCAUX OU LA NAISSANCE DE L´ART, Skira S.A., Genève 1994.
[13] En los mapas de esta época, como un mágico guiño a través del tiempo, ha vuelto al cielo un Unicornio, aunque ocupando unas estrellas más humildes que las del Escorpión.
Publicado por Galzú / Anzu
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